
—¡Qué hermosa se ve tu cara,
qué linda tu cara hermosa;
los oscuros vientos se alumbran
en las fronteras de tu sombra!
—¿Me amas?
—Tanto, que amor ya me falta.
—Pero ¿qué ves en mí?
—El manantial de la vida.
¿Qué más puedo pedir?
—Si te pudiera responder…
—¡Responde!
—¿Cuándo, dónde?
—Ahora y en mis entrañas de hombre.
—No sé ni puedo.
Me intimida mi razón oscura.
—¿Dudas?
—Dudo…
—¡Cómo desearía poseer tu corazón desnudo!
—Quizá cuando el firmamento
se ponga ribetes negros
te diré si te amo,
te diré si te quiero.
—Me quemará la impaciencia
en esa infinita espera,
y me desharé en cenizas
sufriendo tu ausencia.
—¿Si fuera tuya?
—Por ti arrancaría
los tiernos besos de la luna.
—¿Y si no lo fuera?
—Mi vida ahogaría
en los mares de la pena.
—Si fuera, si no fuera,
si soy, si he de ser,
por la senda de la duda
siempre me he de perder.
—En mis enamorados sueños
me dices lo que deseo saber.
—¿No te basta con ellos?
—Tras el sueño me desespero,
pues sé que al amanecer
solo será un fugaz recuerdo.
—Pasión, no me mires pasión,
que mis dudas dañan
tu dolido corazón.
—¡Ay duda, terrible duda,
el día que me digas
lo que hoy no me dices,
borraré mis desdichas
y las haré invisibles!
Poema incluido en el libro «El delirio de la palabra. Prosas y versos de juventud» (viveLibro, 2016)