A LAS VÍCTIMAS DE LA DANA
Para escuchar…
Para leer…
Una lluvia torrencial
cruza un cielo desnudo,
sin estrellas ni luna,
en una tarde anocheciendo.
No busca bocas que empapar
ni tierras baldías que desecar.
A su paso, solo enfanga
caminos, calles y aceras.
Un gigantesco aguacero
anega callejones y avenidas,
lugares que ya no existen
arrastrados por la corriente.
En una madrugada al raso,
hay vidas y enseres perdidos,
razones que no se entienden,
quejidos que no se escuchan.
Al despertar la mañana,
ya nada es lo que fue.
El paisaje se ha difuminado,
convertido en una maldita pesadilla.
A la sombra de un sol moribundo,
yacen sueños devastados,
cuerpos apresados entre escombros,
manos desenterrando recuerdos.
En cada esquina de cada calle
tiemblan ojos cegados de espanto,
laten corazones sin consuelo,
deambulan almas en duelo.
A la sombra de un silencio varado,
resuenan ecos de voces calladas,
llantos que no vierten lágrimas,
corazones henchidos de pena.
Una terrible tromba de agua
ha enlutado el cielo y la tierra,
secuestrando vidas que palpitaban
y ahora ya no palpitan.
No hay palabras para describir el horror.
En la levedad del aire,
solo se respira dolor,
angustia, pesadumbre, miedo.
El tiempo se ha detenido
en un cementerio de lodo.
El pasado y el futuro no existen;
solo segundos que se hacen eternos.
Incluido en mi poemario Más que palabras (Ediciones Rilke, 2025)