¡Felices sueños!

Dibujo: Sara Molina

Todos los días, hacia las diez de la noche, Emilia, la mujer que cuida de Pablo, lo arropa cariñosamente y le pide, con igual cariño, que por favor cierre los ojos e intente dormir. Pero Pablo se hace de rogar y, sin decir una sola palabra, una y otra vez se niega a cerrarlos, a pesar de la paciente insistencia de Emilia. En realidad, lo único que hace Pablo es mirar a través del tragaluz que hay en el techo de la habitación y, mientras observa con asombro cómo brillan las estrellas, no para de gritar: «¡La mama, la mama, la mama…! Como siempre, Emilia trata dulcemente de calmar su incesante grito diciéndole con toda la ternura del mundo: «Julio, tu madre ahora no puede venir, pero quizá venga mañana».

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