Soneto con estrambote

Hasta aquel portal que lucía en Belén
ya no arriban estrellas, sol y luna.
Solo un cielo turbio, sin luz alguna,
que vierte lágrimas con sabor a hiel.
Allí donde un niño de Dios era rehén
hoy solo se oye el gemir de criaturas,
víctimas de esa sangrienta locura
que las condena a no conocer el edén.
Allí donde germinó la Navidad
hoy ya no hay incienso, ni mirra, ni oro.
Tan solo ecos de una insufrible crueldad.
Allí donde se guardaba un tesoro,
tras la calma acaeció la tempestad;
tras la vida, solo amargura y lloro.
Cuesta muy mucho la Navidad celebrar
allí donde aún hay heridas sin restañar;
gentes contemplando sus vidas cercenar,
sin esperanzas que poder alimentar.
A los gazatíes, condenados a vivir otra Navidad