Tu cuerpo

Recorrí a ciegas la silueta de tu cuerpo,
en la húmeda y ardiente desnudez
de una febril tarde de primavera,
de una fogosa alborada de otoño.
Fondeado en su mar embravecida,
dulcemente lo acaricié a tientas,
palmo a palmo, beso a beso.
En su insondable laberinto
busqué la entrada entornada
que conducía directo a tu oasis.
Nos cruzamos miradas cómplices,
atisbos de amor, pasión y deseo,
y te arrullé entre mis manos,
tímidamente trémulas.
Hallé refugio en el sosiego de tus pechos
y me adentré por los recovecos de tu sexo,
entre gemidos, suspiros y silencios,
para sembrar una simiente de vida
en el fértil vergel de tu vientre.

Cualquiera de los días en los que concebimos
a nuestros dos hijos



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