I. ENSUEÑO Los ojos rebosan de plumas cansadas y yo voy dilatándome cual la niebla olorosa se dilata en la sombra. Los caminos se están diluyendo en los parques y una acequia está quieta. Yo no sé si es que parto o que llego si es que hablo o que callo. En las puertas distantes y opacas los amigos de antaño se están envolviendo en la tenue penumbra de las plumas que llueven. Hay paisajes de bronce en los charcos y en los acantilados suenan rondas de niños de palo y de niñas de mármol. Caminando por las avenidas y llanos yo dejé mis recuerdos guardados en los charcos de bronce. Me quedé con la risa brincando en la lágrima helada mientras cruzan la tenue penumbra los amigos de antaño. Entretanto le busco el manubrio a mi bicicleta que da volteretas de cien pejerreyes sobre un cometa torcido. He llegado cargado de plumas risueñas al portón de mi casa. Y no sé si volver o quedarme si quedarme o seguir. Yo me siento bajo un eucaliptus mientras pasa a mi lado equilibrando un remolino en la cabeza una gallina de cristal. Mi madre me trae en tres ampolletas de plumas un puñado de pepas menudas. Yo me vuelvo hacia atrás.
Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Ñuble [Chile], 5-9-1914 – La Reina, Santiago [Chile], 23-1-2018)