«Punto de avituallamiento», un sofocante periplo familiar a Cádiz pasando por Sevilla como punto necesario de avituallamiento, es el irónico y desenfadado relato («basado en hechos reales») con el que he sido finalista del VI Premio Internacional de Relatos Cortos Ciudad de Sevilla. Este y todos los demás relatos seleccionados entre los casi cuatrocientos originales recibidos —además, por supuesto, del relato ganador, «La madrugada del diablo»— están recogidos en este precioso libro publicado por la editorial Samarcanda, que ya está a la venta.
«En ese largo y sinuoso camino por el que va discurriendo nuestra vida, hay veredas desiertas y campos sembrados de relucientes amapolas; tristezas que nos descarnan y alegrías que nos reconfortan; anhelos dormidos y sueños despiertos; desengaños que nos hieren y amores que nos resucitan; besos robados y caricias devueltas. La cara y el envés, el delirio y la razón que se cruzan a nuestro paso sin avisarnos, dejándonos a merced de la casualidad o del destino.
Como sugiere el título de este poemario, “Reverso y anverso”, en él hay un ramillete de poemas de ida y vuelta que apremiaba escribir para que lo que intentan expresar no se perdiese en la intrincada metáfora de los sentimientos. Todos ellos discurren en paralelo a esa travesía emocional de encuentros y desencuentros por la que deambulamos a ciegas, de noches a la intemperie y de mañanas a cubierto, de soledades que nos…
«En ese largo y sinuoso camino por el que va discurriendo nuestra vida, hay veredas desiertas y campos sembrados de relucientes amapolas; tristezas que nos descarnan y alegrías que nos reconfortan; anhelos dormidos y sueños despiertos; desengaños que nos hieren y amores que nos resucitan; besos robados y caricias devueltas. La cara y el envés, el delirio y la razón que se cruzan a nuestro paso sin avisarnos, dejándonos a merced de la casualidad o del destino.
Como sugiere el título de este poemario, “Reverso y anverso”, en él hay un ramillete de poemas de ida y vuelta que apremiaba escribir para que lo que intentan expresar no se perdiese en la intrincada metáfora de los sentimientos. Todos ellos discurren en paralelo a esa travesía emocional de encuentros y desencuentros por la que deambulamos a ciegas, de noches a la intemperie y de mañanas a cubierto, de soledades que nos vacían y de compañías que nos dan refugio, de tiempos erráticos de infortunio y de momentos de felicidad infinita.
En todos los versos que se entrelazan en este libro de emergencia afectiva nada se esconde ni se disfraza de falsas evocaciones. Todo es tal cual, al dictado de un corazón al descubierto en el que se aquietan las mentiras y palpitan las verdades, como un reloj marcando el tiempo transcurrido y el tiempo de espera, lo que alguna vez fue y dejó de ser o lo que jamás fue y luego se hizo realidad. Todo está en el reverso y el anverso de una vida rebosante de pasión debatiéndose entre el ser o no ser, entre la nada y el todo».
Ya desde pequeño, siempre que iba en verano a la casa de mis abuelos en Granada, que curiosamente estaba situada en un precioso callejón de la calle Elvira, «donde viven las manolas», me llamaba la atención un libro encuadernado en piel marrón y letras doradas que parecía brillar con luz propia en la estantería del salón. Un día, cuando la curiosidad me desbordó, me subí a una silla para poder comprobar qué era aquel misterioso libro que tanto me atraía. Al cogerlo, con mucho cuidado, no fuera a ser un pequeño tesoro cuyo valor desconocía, vi que en la tapa solo figuraba el nombre de alguien como escrito a mano, pero en el lomo podía leerse con claridad: «Federico García Lorca. Obras completas».
Desde aquel día, siempre que podía cogía el libro y lentamente iba pasando sus suaves páginas impresas en papel biblia. A lo largo de todas ellas, fui descubriendo versos, letras de canciones, obras de teatro… y tantas y tantas cosas más. Casi sin darme cuenta, poco a poco el alma de aquel libro me fue atrapando, hasta que ya nunca más pude deshacerme de la emoción y la hermosura que latían dentro de ella.
Por supuesto, con el correr del tiempo, terminé leyendo el libro completo y, de vez en cuando, volvía a releerlo, como si nunca quisiera que se borrara de mi memoria, como jamás se borró mi desmedido amor por la poesía que destilaba Lorca.
Hoy, después de tantos años, el único recuerdo que conservo de mis abuelos es aquel precioso libro de piel marrón y letras doradas, que mi abuelo me regaló poco antes de morir, tal vez porque, sin que yo lo supiera, me había visto más de una vez subirme a una silla para acariciarlo cuidadosamente entre mis manos y, con ello, saber que, tarde o temprano, los versos serían mi mayor sustento sentimental.
A Federico García Lorca, en el aniversario de su fusilamiento, el 18 de agosto de 1936
Prólogo del poemario «Reverso y anverso. Poemas de largo recorrido», que la editorial sevillana Libros Indie publicará a finales de año. El texto está maravillosamente leído por Elda Hidalgo, que logra ponerle voz al silencio y darle vida a las palabras.
Prólogo del poemario «Reverso y anverso. Poemas de largo recorrido», que la editorial sevillana Libros Indie publicará a finales de año. El texto está maravillosamente leído por Elda Hidalgo, que logra ponerle voz al silencio y darle vida a las palabras.
Si quieres conocer con todo lujo de detalles de qué va mi novela Mañana de domingo, te invito a leer la magnífica reseña del libro escrita por Eugenio Rivera para la revista Entreletras, en la que desgrana con absoluta minuciosidad todo cuando acontece en esta sencilla crónica sentimental dirigida a espíritus sensibles y corazones de puertas abiertas. Para botón de muestra, algo de lo mucho escrito a propósito de esta conmovedora Mañana de domingo.
«Mañana de domingo es una suerte de bildungroman o novela de aprendizaje que, en clave de crónica sentimental, articula una narración no lineal conformada por tres historias independientes sobre tres preadolescentes (Julio, Manuel y Amelia) que, encerrados en sus respectivas y personales soledades y marcados por el abandono y la incomprensión de sus mayores, se inician a la vida, y al final se interrelacionarán, inesperadamente, en el último capítulo del libro.
A pesar del tono existencial de la novela, esta no cae en ningún momento en el ciego tremendismo propio de nuestros escritores de posguerra, decantándose por una mirada contenida y sosegada sobre la dura realidad que rodea a los protagonistas. Sí podemos decir, sin embargo, que los tres niños actantes pasarán de la infancia a la edad adulta sin pasar por la adolescencia. En aquella España, la aspereza de las condiciones de vida era tal, que la adolescencia como construcción sociocultural, creada con la vocación de homogeneización y asunción de entidad propia al socaire de las high schools americanas de la New Deal de Roosevelt, no se llegará a producir hasta bien entrados los años 60. En aquella piel de toro que desfilaba al ritmo marcial de himnos militaristas y a golpes de agua bendita y palo y tente tieso la adolescencia era un auténtico lujo asiático. No estaba el horno para bollos, como bien podría decir Amelia, uno de los personajes del libro, que entra a trabajar en una tahona […]».
Puedes leer la reseña completa en la revista Entreletras
Después de un arduo periodo de gestación, tanto para escribirla como para publicarla, por fin ha llegado a casa Mañana de domingo (Avant Editorial), mi primera novela, una hermosa criatura —qué va a decir su padre— que espero que tenga una feliz y larga vida, en la que encuentre muchos lectores ávidos de historias sentimentales que también la acojan en sus casas.
Se ruega difusión de esta mi primera novela para que, cuando llegue el día de la votación, los lectores den mayoría absoluta a este azaroso recorrido emocional que puede discurrir en cualquier lugar y en cualquier tiempo.